sábado, 18 de octubre de 2008

De cómo fue la despedida

Hoy me encuentro mejor. Estoy repuesto y voy para contento.

Ayer se celebró una convención de mi empresa y después de la misma nos fuimos de cañas unos cuantos entre los que estaba, claro, mi amante. Todo fueron risas, bromas, muy buen ambiente entre los compañeros. Y también, de nuevo, alusiones a la llegada a su final de nuestra ardiente y pasional relación. El caso es que le dije que me daba mucha pena no haberme podido despedir de ella como me hubiese gustado, con un último caliente encuentro aunque fuese en los baños del lugar donde nos encontrábamos a lo que ella me dijo que no podía ser pero que no se lo volviese a repetir porque se moría de ganas.

Cuando terminó el evento nos fuimos a un bar a celebrar el rollo que nos habíamos tragado y entre cerveza y cerveza volvieron las miradas, las manos buscando las espaldas de uno y otro cuando nadie se fijaba en nosotros, el saber "Está pensando en mí" y el morir por no poder mordisquear su nuca, con lo cual en un momento que dijo que iba al baño yo dije que iba también y Anteros bajó con nosotros con las uñas bien afiladas. Nos metimos en el baño de mujeres y muy lentamente al principio, disfrutando del previo a lo que venía después la empujé contra la pared y acerqué mi boca a la suya pero sin llegar a besarla hasta que un gemido suyo me dio el aviso y la besé, la besé, la besé; Y toqué, emujé, mordí. Nuestras manos buscaron ansiosas la piel del otro, sus pezones, mi entrepierna y tuvimos poco menos de cinco minutos de pasión una vez más. Yo le dije Gracias, que me había hecho sentir vivo y que necesitaba despedirme de ella con algo así. Ella me devolvió el cumplido y volvimos arriba como si nada hubiese pasado.

Realmente necesitaba despedirme de ella. Hubiese preferido hacerlo sin gente y, por supuesto, sin ropa, pero en este tema nunca estuve en situación de pedir y si de agradecer cada regalo de más que me entregaba, con lo cual la tristeza de anteayer se convirtió en una bonita nostalgia hoy. Un fin de capítulo que no termina del todo mal, pese a seguir queriendo volver a verla, abrazarla y besarla.

Alzo la vista y veo una foto en la que estoy besando a mi mujer a quien amo con locura. Pero esto ha sido maravilloso. Lástima tener que hacerlo en secreto... O no, quizás me guste el toque clandestino que hemos tenido. No lo sé. Me encantaría no haber tenido trabas para verme con ella las veces que hubiese querido para profundizar en la confianza a la hora de hacer el amor con ella porque, según fueron los tres fantásticos encuentros que tuvimos, pintaba muy bien la cosa. Pero bueno, ayer terminó, o tampoco... Quién sabe qué va a pasar. Yo le diré que siempre que quiera, al menos por ahora, yo voy a estar dispuesto a volver a dejarme quitar la ropa. No sé qué pensará ella, ni si seguirá con el chaval que ha conocido pues es un recien llegado, ni si hará como yo con mi mujer y le ocultará nuestros encuentros porque le ocurra como a mí que no merman el amor que siento.

Para terminar voy a contestar a la pregunta que me hice al final de la última entrada: Ésto sí es algo más que sexo, pero no es nada más que pasión. Una relación es mucho más que pasión, aunque sea un importante componente de la misma. Siento una infinita pasión por mi amante, pero yo tengo en mi pareja algo más que pasión. Tengo años de complicidad y de convivencia. Si el ser humano viviese sólo de pasión la vida sería una locura y la cabeza y la búsqueda del bienestar y la felicidad son los encargados de ponerle el freno a esa pasión y, en mi caso, dirigirla hacia un camino clandestino que aporte su grano de arena a una vida feliz.

De momento así están las cartas. Aquí termina ésto pero no cerremos la puerta, y si vuelvo a escribir quizás sea para contar a qué saben sus pechos ahora que ha vuelto el otoño.

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