lunes, 24 de noviembre de 2008

El sabor de sus pechos en Otoño (I)

Pues tal y como dije al final de mi última entrada, vuelvo a escribir y lo hago porque he vuelto a saborear sus pechos y ya sé el gusto que tienen ahora en otoño: Igual de maravilloso que en verano.

Finalmente su incipiente relación con el tipo que conoció no fue del todo bien y pasadas dos semanas terminó, con lo cual Anteros volvió a abrir los ojos, afinar el oido y afilar las uñas. Escudándome en cómplices, arrastrándome por el anonimato de la distancia y del "ojos que no ven, corazón que no siente" propuse un encuentro más al que ella accedió e incluso mejoró aportando un lugar donde, lejos de todo y de todos, pudimos volver a tenernos el uno en frente del otro, desnudos de rodillas sobre una cama y con un par de horas para, de nuevo, desenvolver el regalo de nuestra pasión. Todo marchó bien hasta que, en medio de esos besos y esas manos y gargantas buscando lo más profundo, sonó mi teléfono: Mi mujer... No le hice caso pensando en decir que me lo había dejado en el coche, pero al minuto volvió a llamar y no lo cogí, y al minuto otra vez ¡¡Y así hasta cuatro veces!! Imaginad las reacciones que sufrí en mi cuerpo y en mi corazón. ¿Estará en un apuro? ¿Es posible tan terrible casualidad? Cuando ya me había vestido y estaba a punto de salir corriendo a la calle para llamarla me llegó un sms diciendo que no me preocupase, que no pasaba nada y horas después, cuando hablé con ella, me confirmó que no había ocurrido nada importante. El golpe fue duro, brutal; tanto que no me repuse y por primera vez en mi vida comprobé aquello de que la cabeza puede sobre el cuerpo porque al volver a meterme en la cama fui incapaz de consumar el acto pese a que lo intenté una vez tras otra. Tuvimos, pues, que darnos un respiro y cuando pasado un tiempo volví a meterla mano, la cosa volvió a funcionar y terminó con un largo y prolongado vuelco de placer.

He de decir que, en otro giro de esta montaña rusa en la que me he subido, acudí a este encuentro algo dolido y arrepentido pues unos días antes había pasado un fin de semana fantástico con mi mujer. Uno de esos de los de no separarse en ningún momento y apenas estar con nadie que no fuese ella. Uno de esos de amar, reír y disfrutar absolutamente enamorado. Con lo cual al mover el tema de volver a quedar con mi amante me sentí bastante cerdo conmigo mismo y el detalle de las cuatro llamadas fue el que colmó el vaso.

Pero yo no sé qué es lo que me pasa ni qué es lo que tengo dentro, ni si siento como los demás o mis sentimientos funcionan tan a medio gas que lo que en un momento me parece alta traición, unas horas más tarde se convierte en el aire sin el cual no podría seguir respirando. Con lo cual pese a que la cita terminó esta vez con la ya conocida frase de “Quizás haya sido la última vez” saliendo de mi boca y con un “Aquí estaré cuando quieras” saliendo de la suya, al día siguiente ya le estaba escribiendo un correo diciendo que el dolor se había vuelto a ir y que la siguiente vez que se presentase la oportunidad estaría tan sediento de ella como la primera vez.

No sé por dónde ando pero es el único camino que quiero seguir por ahora.

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