lunes, 22 de diciembre de 2008

Incontenible ante la posibilidad del fin del camino

Hace poco fue la cena de navidad en nuestra empresa y he de decir que yo fui con la ilusión de verla, pero no necesariamente con el pensamiento de acabar acostándome con ella. Pero, como he dicho más de una vez, el deseo es incontenible y, tras una estupenda noche de fiesta, risas y bailes, abrí la veda con un "tengo un regalo para tu casa pero me tendrás que invitar a ella para que te lo de" En ese momento ella me dijo, una vez más, que esto no podía seguir así, que ella no sabía dónde nos llevaba todo ésto y yo sabía que tenía razón. Por ello estuvimos un buen rato hablando del tema apartados de los demás y la conversación derivaba siempre en el mismo lugar: Dónde nos llevaba esta historia y lo mucho que nos atraíamos el uno al otro.

Así las cosas, seguimos de fiesta hasta que llegó la hora de marchar a casa y, una vez más, arreglamos nuestros caminos para terminar juntos y solos en la más importante y gélida arteria de la ciudad. Una vez en esta situación giramos en una bocacalle, apoyé mi espalda en un edificio y nos volvimos a besar y besar haciendo que el frío nos esquivase y que pasase por detrás nuestro con mala cara ante la imposibilidad de correr entre nuestros pechos. Luego nos metimos en el metro y no me pude resistir a acompañarla a donde tenía el coche donde nos metimos a un bar, eran cerca de las 7 de la mañana, a desayunar para que ella se despejase y condujera a casa. Una vez allí, la convesación continuó y dijimos cosas sinceras, agradables y objetivas. Yo hablé de lo mucho que me gustaba y de lo que sufría la semana siguiente a nuestros encuentros, y es verdad. Después de las veces que nos hemos acostado lo he pasado mal con una mezcla de dolor por el mal que le estoy haciendo a mi mujer, pena por lo inocente que la veo pues no sabe nada de lo que la estoy haciendo y cuando me ve al día siguiente me sigue amando como siempre, hipocresía y asco al tener que aparentar frente a ella que la noche pasada no ha ocurrido nada, añoranza al recordar lo bien que me hace el amor mi amante, incertidumbre al pensar en si esa habrá sido la última vez... Desde que estoy enfrascado en esta aventura estoy soportando una y otra vez sobredosis de sensaciones buenas, malas, horribles, ardientes, excitantes... Es algo que empieza a hacer mella en mi y no sé dónde ni cómo va a terminar. Pero bueno, también le dije que igual que pasaba una semana entre estos contradictorios pensamientos, el tiempo todo lo sana y mi vida volvía a ser estupenda junto a mi mujer así que los miedos que mi amante siempre tiene sobre si al final yo fuese a acabar enamorándome se disiparon. Por otro lado ella me dijo que a ella no le pasaba lo mismo, que no pensaba tanto en mí y que tenía muy claro lo que todo suponía. Esa siempre ha sido una gran noticia porque al menos no tenemos que preocuparnos de dos sino de uno, yo, y es una preocupación lógica pero totalmente controlada y fuera de ningún peligro pues nada va a cambiar en mis sentimientos.

Terminado el desayuno me dijo que me llevaba a casa en el coche y el trayecto fue, una vez más, una excitante y muy subida de tono experiencia pues no pude contener mi mano y, mientras ella conducía yo la tocaba los pechos y las piernas hasta que en un momento dado tuve que meterla por debajo de su falda y bragas y masturbarla tres veces. La sensación de tener que agarrar el volante mientras ella llegaba al climax fue impresionante.

Al llegar a casa a las 9 de la mañana mi mujer desde la cama me dijo que le podía haber llevado unos churros ya que llegaba tan tarde... Esos son los momentos en los que uno se pregunta qué cojones está haciendo con su vida.

Veo el final del camino... No sé dónde, pero lo veo.

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