miércoles, 10 de septiembre de 2008

De cómo empezó el engaño y cómo se consumó la pasión

La llama se encendió hace un año y medio en una discoteca. Quedamos unos cuantos compañeros del trabajo para bailar pues lo llevabamos deseando hacía ya tiempo y arropados por el manto de la noche y aupados por los brazos del alcohol saltó la chispa. El deseo se coló entre los asistentes, se colgó de un foco y se nos plantó delante coivirtiéndo el baile en un juego de tres y cambiando mis ojos por cucharas dispuestas a permitirme sorber su sudor y mis manos por cuchillos afilados para cortar sus muslos por donde se unen.

La noche pasó y llegó el día siguiente siendo mi aperitivo a la comida un escueto e intencionado sms: "Quiero más" Y así la duda del "¿Más de qué?" dio el pistoletazo de salida tras el cual pasaron muchos meses de saber que, a parte de nuestras respectivas parejas, otros cuerpos eran ansiados por nuestro apetito.

Para avivar las brasas ella lo dejó con su pareja y fueron y vinieron punzantes correos electrónicos mezclados entre los de dos simples, primero y grandes, después, amigos. Al igual que alguna que otra conversación en la que se escapó un "Eres el objeto de mi deseo" recíproco y unos explícitos correos combustibles e inflamables de las últimas semanas que terminaron de despejar mis dudas: Tenía que hacerlo. Tenía que dar el paso. Mi relación no peligraba mientras todo permaneciese en el anonimato. Se trataba tan sólo de sexo y yo era un tipo joven que tenía por delante 60 años para no volver a hacer ésto y una madurez de vivir en pareja que sería más llevadera con un recuerdo así. ¡Ahora o nunca!

El primer encuentro fue rápido, directo, arriesgado. ¡Recargante! Mi mujer se iba a pasar el día en el campo con amigos. Lejos. Imposible volver sin avisar. Y yo tenía un festival de música, una ocasión en la que sabes que no vas a llegar pronto a casa. Por eso el día anterior y después una intensa semana de correos encumbrados como los más calientes y directos de todos la llamé y dije que si se venía a mi casa el día siguiente y que no tenía, para nada, buenas intenciones. Por lo que he sabido después a ella ésto le asombró mucho porque no me veía capaz de hacer algo tan "valiente" (inconsciente, añadí yo) así que me dijo que la dejara pensar y que ya me contestaría. En media hora recibía un sms corto, directo, estupendo: "" Al cual yo respondí en unos términos que sólo ella y yo sabemos pues ponerlo aquí me parecería hasta grosero.

Y así llegó el día. Con incertidumbre hasta el último momento pues ella no se decidía a venir a mi casa, la boca del lobo, vino, nos sentamos en el sofá e hicimos un rápido y gustoso amor. Fue el primero y no había registro con que comparar así que me gustó. Pero entre los nervios por no haber tenido respuesta a un mensaje telefónico de control a mi mujer, por se la primera vez etc. ella no logró llegar al climax con lo cual no fue perfecto. Tampoco pude verla desnuda pues, como digo, fue algo rápido y con la ropa puesta. Pero fue. Ocurrió. Lo hicimos. Cumplí un deseo que tenía desde hacía mucho tiempo y ni me sentí arrepentido entonces ni ahora. Hice el amor con aquella mujer que había sido el objeto de mi deseo. Había engañado a mi mujer de una forma premeditada cumpliendo un objetivo marcado un año y medio antes... ¡Buf! Sobredosis de sensaciones pero inflado de eso que empezaba a apagarse dentro de mí. ¡Soy joven! ¡Alguien más me deseaba! No sé... Necesitaba algo así ¿Es malo? No he dejado de amar a mi mujer aunque sí he tenido momentos de tristeza por lo que he hecho, por esta tapada traición. Y no he dejado de pensar ni un día en mi amante. ¿Tengo dudas? No. Lo cierto es que no, pero gracias a ésto que me está pasando he vuelto a sentir sensaciones que pensé desaparecidas. Supongo que será el ardor inicial. Eso que creo que me faltaba y necesitaba.

No hay comentarios: